POEMA RIOGRAFIA (FRAGMENTO)
  DEL LIBRO MIÑO. 
  Vienes, peregrino, musical y lento,
  luego de acoger retales de esperanza.
  Llegas circundando palabras
  con la extensión de un abrazo. Cruzas llanuras,
  lejanos paisajes
  y confusas quebradas con intención calígrafa,
  con la pasión de una pubertad incierta.
  Bautizado de río,
  no tienes edad pero gritas
  perturbados presagios
  contrariado por signos. Bebes
  de la arquivolta románica, del silencio de los claustros,
  de las cumbres entoldadas, de los campos
  que se miran en ti, de los eriales, de lo incierto.
  Sin calendario
  sufres la cólera de la sed y la crecida, la traición
  del desvelo y buscas
  la firmeza de los remos, el amparo de los pulsos,
  el calor de los sauces
  cada vez más negados,
  el filo de los cipreses que se elevan
  más allá de las derrotas, hacia el centro de las vértebras.
  Te miras en el hueco de las ventanas, te lanzas
  a la oquedad de los arcos y no cambias
  la risa en los molinos ciegos,
  sin espiga, sin medida, sin fuelle,
  sin saliva y sin deseo.
  Eres confidente emoción de enamorados,
  testigo de paseos de muerte,
  cansino ritmo animal cuando ahogas el miedo
  en la esfera del vértigo.
  Indivisible cicatriz de identidad,
  te das sin rendición y sin consuelo,
  niegas tu razón con estrépito
  te redimes en cada afluente,
  y en cada nueva mirada.
  Despojado y herido prosigues el tránsito
  de aquel que aún sin prisa siempre llega,
  sabes del desarraigo,
  de la fiebre de las retamas,
  y acoges desamparos,
  anhelas el alegre despertar de las nutrias
  y valoras la constancia de la garza
  que en su danza de enigma
  nunca te abandona.
  Recortas por el talle las colinas
  granulares y en otro tiempo sombrías,
  te dejas llevar por la fiesta de cascadas,
  en las promesas por las que fluye la luna.
  Te detienes en el deliro de los hombres,
  sufres con la persistencia de las obsesiones,
  sueñas con cruces de aire.
  Obsceno, acechas los armarios,
  desnudas la soledad, anticipas
  la atmósfera verde de los laureles
  y buscas la cierva
  que lava su insomnio
  en las ortigas blancas.
  Quisieras reventar los diques, maldecir
  la nuca de las ciudades que te abisman,
  pero callas,
  y vas y vienes en las córneas,
  en las crines de las yeguas,
  por juncales,
  enredado en pozos,
  enlazado a una canción,
  ensalzando las riberas que brotan
  de tus pasos. Techo del sol
  cruzado por cristales
  que procuran la espuma con constancia
  de adúlteros,
  cuna en la que respiramos,
  cuerpo destinado a ser lecho,
  estero, ensoñación,
  vienes y vas
  por antiguos recuerdos, por angostos caminos de fantasmas
  sin rostro, por senderos de calladas compañías.
  Posees la virtud de quien abre el futuro,
  de quien abreva la humedad y la urna,
  caminas sobre sombras
  que suceden a las sombras
  como nosotros sucedemos
  al devenir de las horas. 