sábado, 7 de enero de 2012

La mañana de Reyes

EL PETIRROJO.


La mañana de Reyes posee la magia
de lo inaugural. Todos los años
a primera hora, paseo por la finca
de un amigo.Todos los años,
después del paseo leo el poema de Eliot
que evoca las penurias de los magos
en su travesía por tierras extrañas.
Éstas no lo son para mí. Cerca
de cuarenta años hace que no lo son,
pero lo serán a partir de ahora.
Otra pérdida al fin un capricho más
de la vida que en esto es obsesiva
como un jugador de azar
al que nunca se le acaba el crédito
-que somos todos nosotros.
Hoy, en un alambre, se ha posado
un petirrojo y he recordado
la vieja canción de Cohen,
un estanque circular, los amores
de verano, el fragmento
de una calzada romana.
Nos hemos mirado durante un rato,
el petirrojo y yo.
Después, ha alzado el vuelo
como para despedirse: sabía
lo que yo sé.Que era la última
mañana de Reyes que ando
entre estos olivos y encinas;
la última que contemplo desde aquí
las palmeras del huerto donde vi
un viejo automóvil negro, atrapado
por las zarzas y los insectos y, luego,
entre las páginas de una novela mía;
la última mañana que observo
al solemne carnero color tabaco,
balando ala aire azul; o que juego
con los helechos de la fuente,
como cenefas modernistas
entre mis dedos. La naturaleza
es generosa con los que saben
mirar y se admiran de aquello
que para otros es sencillo o vulgar.
Los adioses, el crepúsculo, la hora prima,
la mirada del petirrojo, incorporada
ahora a los versos de Eliot
en la mañana del seis de enero,
o el espejo que siempre hallamos,
atónitos, detrás de lo perdido.

José Carlos Llop
de "Cuando acaba septiembre"

No hay comentarios:

Publicar un comentario