Me pasé aquella tarde a visitarte
en unos de esos impulsos extraños
que nos mueven, a veces,
sin razón aparente.
Tú veías caer la tarde desde la ventana.
Mientras charlábamos
llegaba hasta nosotras el aroma de los pinos
y el rumor del río cercano.
Mamá estás muy guapa!
y eso que no me pongo nada, decías...
con tus noventa y pico años.
Y todavía tienes las piernas bonitas,
añadía yo -para halagarte-
y sorprendida, a la vez, pues era cierto.
Se llenaba de dorados la alcoba
mientras las dos reíamos
y yo te contaba algunas cosas,
intrascendentes,
de mi vida.
Al despedirme, te dejé algunos libros
en la mesita.
Qué llena de ti me dejas, hija!
-dijiste-. cuando ya me iba
sonriendo
y sin volver la cabeza.
Y ambas ignorábamos
que aquella sería
la última vez que nos veiamos.
en unos de esos impulsos extraños
que nos mueven, a veces,
sin razón aparente.
Tú veías caer la tarde desde la ventana.
Mientras charlábamos
llegaba hasta nosotras el aroma de los pinos
y el rumor del río cercano.
Mamá estás muy guapa!
y eso que no me pongo nada, decías...
con tus noventa y pico años.
Y todavía tienes las piernas bonitas,
añadía yo -para halagarte-
y sorprendida, a la vez, pues era cierto.
Se llenaba de dorados la alcoba
mientras las dos reíamos
y yo te contaba algunas cosas,
intrascendentes,
de mi vida.
Al despedirme, te dejé algunos libros
en la mesita.
Qué llena de ti me dejas, hija!
-dijiste-. cuando ya me iba
sonriendo
y sin volver la cabeza.
Y ambas ignorábamos
que aquella sería
la última vez que nos veiamos.
No sé si es un poema pero es muy bonita la entrada.
ResponderEliminarUn besete.
Entrañable, Mila.
ResponderEliminarHermosa y tierna "no despedida".
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