domingo, 19 de abril de 2009

el Cantero, de Manuel Rivas.



Tú quienquiera que seas, escucha en esta lápida
el ánima que fui.
Un hombre feliz cuando labró el Apocalipsis en el taller
de Mateo.
Y los tres caballos de la Adoración.
Y la sirena pájaro del magno coro con un rostro que yo
soñé
al tiempo que surgía con mil y cien mil besos del buril.
El cincel peinó sus largas melenas.
Toda la vida sentí el abrazo de sus alas.
Y cuatro piernas tenía.
De loba, de vaca brava.
Era caliente por dentro como la piedra.

Tú quienquiera que seas quizá no sabes que la piedra
es caliente.
Como la montaña.
Sus ojos son verdes. Aureolan el ocaso.
La piedra arde en las manos en llama de azul noche.
Como la montaña, tiene sangre de baya, de rojo dragón.
Le agradezco a la piedra ese amor que me dio.
El calor, la compañía, en el infierno frío de mis días.

Tú, quienquiera que seas, quizás no sabes que la
piedra habla.
Ella contó todo lo que ves ahora.
Venció a la muerte, a la paz eterna.
Me enseñó esa lengua que no se lleva el viento.
Tú, quienquiera, yo fui su amigo
No te detenga la culpa ni la piedad.
Leéme en voz alta desde las entrañas-
Sólo quiero oír de tu boca lo que yo fui.

Tú quienquiera, yo fui amigo de ella.
Cantero en Compostela.
Fui su amigo, amigo de la piedra.

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